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Algunos apuntes que tal vez a alguien puedan ser útiles.

martes, 28 de enero de 2014

Quiero ser padre.

Afortunadamente entre los hombres es poco lo que se platica de este tema. Eres o no eres. El resto apenas nos importa.

Lo que no significa que no sepamos del miedo a no poder cumplir con la responsabilidad que lleva esa palabra. ¡Claro que lo sabemos! Eso es lo que nos paraliza, nos hace decir verdaderas tonterías en los momentos menos apropiados y nos hace trabajar como idiotas todo el día y parte de la noche. Para llegar cansados, con ese miedo, alerta a cualquier posible nuevo problema y más y más deseosos de poder asegurarnos que nuestros hijos estén bien.


No voy a negar la existencia de los otros hombres. Esos que hace rato dejaron a un lado la palabra padre para quedarse con la de semental. Hay los que decidieron que sólo tienen una familia, dos, tres, pero muchos “hijos” de los que no tiene responsabilidad porque “fue cosa de la vieja pendeja y no mía embarazarse”. Entre las familias de mis alumnos he tenido muchos casos de esos, me dan asco porque quiero ser padre y esos tarados no aprovechan la oportunidad de serlo.

Bromas pesadas sobran acerca de eso de que “te amarran con el hijo” y dentro de lo cruel que suena ese chiste, las mujeres deberían notar que tiene guardado ese miedo del que hablo y mi mujer escribe.

Señoras, nosotros no tenemos “Baby Shower”. Mis amigos reciben más esa broma sexista que una invitación a compartir con las mujeres esa “maravillosa alegría” de tener un hijo. Una vez traté de acompañar a mi esposa y las miradas que me lanzaron todas las invitadas (y la celebrada) bastaron para que me sintiera una rata en una pastelería. Por favor, tengan en cuenta eso cuando critiquen a los hombres por no expresar su alegría como ustedes.

Incluso de chavos sentimos eso. Y el miedo se convierte en deseos de pelear contra esa responsabilidad, el miedo genera el deseo de huir. Y así sigue la cadena.

Quiero ser padre. Llevar a mi hija al cine, revisar sus cuadernos, pasear con ella y mi esposa por la ciudad, leerle, regañarla, desvelarme cuando se enferme, comprarle la muñeca esa rara que no se de qué programa sale, quejarme de su música, tratar de compartirle la mía, odiar a sus novios, preocuparme por que salió y no se ha reportado, ser árbitro entre mi esposa y ella, ser víctima de mi esposa y ella. Despedirme de ella en la universidad  creyendo que volverá a casa, odiar a su marido, amar a sus hijos.

Pueden ver que en esa corta lista no incluí el embarazo de mi mujer, ni los chillidos del bebé. Yo se que esos son momentos “mágicos” que se desvanecen. Siempre me ha ganado la ternura de esa etapa, me encanta cargar los bebés de mis parientes, de mis amigos. Irme a mi casa y fantasear con mi mujer acerca de cómo les irá en la escuela, cuando mi conocimiento y el carácter de mi esposa son más afines.

Amo a mi esposa. Llevamos más de diez años viviendo juntos y la conozco, la he visto soñar despierta con nuestra hija, notado cómo su mirada sigue a una niña en el parque, en el cine; escuchado sus comentarios que se escapan cuando pasa por una juguetería, cuando le hablo de alguna alumna o convive con sus sobrinas.

Ha diseñado el cuarto de nuestra hija tantas veces como nos hemos cambiado de casa, visto alguna donde podríamos vivir, o cuando ve algo en un catálogo. 

Hace años, al desesperarse por no poder hablar con la gente cercana acerca de nuestra idea de adoptar, le comenté que TAL VEZ  podría compartirlo con desconocidos en un blog.

Ya conocen el resultado de esas palabras.

Quiero ser padre. Y se que muchos hombres tiene esa misma idea. Es por eso que hay películas que se vuelven inolvidables, Que reflejan bien ese deseo de poder evitar que cualquier cosa mala les pase a nuestros hijos. O, en su defecto, de asegurarnos que quien les haga daño lo paguen. En esas mismas películas verán el lado opuesto, porque reconocemos que existe. Y es por eso que le dije a mi esposa que escribiera acerca de mi punto de vista, en lugar de estarse peleando con la gente que no quiere entender el de ella.




Señoras. Los hombres merecemos la oportunidad de valorarnos como padres, no sólo como los que dan el espermatozoide y el dinero. Por eso me gusta que al ser un matrimonio el que va a adoptar, se pidan tantos requisitos, así se elimina el pretexto de que sólo uno de los dos quiere tener hijos. Y espero que en un futuro mi mujer pueda cambiar el nombre del blog y escribirles de nuestra hija. 

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